Es complicado decir algo de los Porsche 911 que no se haya dicho en sus 60 años de historia, una de las más destacadas dentro de la historia del automovilismo. El coche que ha llevado sobre sus hombros una marca icónica desde hace muchas décadas – desde que apareciera como sucesor del Porsche 356, el primer modelo de la marca de Stuttgart – y una silueta inconfundible. En esta ocasión nos centraremos en el Porsche 911 Turbo de la generación 993 de principios y mediados de los noventa, la cual ya de por sí tiene una historia cuanto menos particular.
Porsche, casi desde siempre, ha tenido una reputación de alta calidad de fabricación y un nivel de tecnología sensacional, siempre innovando en muchos de sus modelos, algo que se mantiene a día de hoy. No obstante, en aquellos años sus éxitos en ventas y su economía eran flojas, llegando incluso a estar en riesgo serio. ¿El motivo? El 911, que había pasado por su generación 964, se percibía como un modelo ‘viejo’ al no traer tantas innovaciones con respecto a los anteriores 930. Porsche había intentado relevar al 911 con varios modelos, como los 924, 928 o el 944 con motores en posición frontal. No obstante, ninguno tuvo el éxito deseado y el 911 superó a todos en lo que respecta a vida comercial. Y en atractivo, por supuesto.
Porsche 993: refrigeración por aire
Cuando salió el 993, en realidad era un rediseño (profundo, eso sí) del 964 sin cambiar demasiados componentes, sin volverse locos para no gastar más de lo que podían en materia de desarrollo, pero teniendo que sacar un coche capaz de hacerles frente a los Ferrari y otros nuevos contrincantes, como el Dodge Viper, el Honda NSX o el Chevrolet Corvette ZR1. Esta generación aún estaba refrigerada por aire, una anomalía ya por aquel entonces que había heredado del 911 original de los años sesenta en comparación con los sistemas refrigerados por líquidos de la competencia. Sería el Porsche 996 el que optó por el cambio a refrigeración por agua – aunque esta decisión se tomó por necesidad a la hora de diseñar la siguiente generación, más que por otros motivos.
A nivel estético resulta muy especial con esos inconfundibles faros redondos destacando en una carrocería musculada – que ya de por sí lo era en las versiones normales, pero lo era aún más en el 993 Turbo. Destacaban, pero no sobresalían ya que están integradas dentro de las aletas, uno de los puntos clave del diseño del 993 con respecto al anterior 964. También fue novedoso el 993 en su época por utilizar un sistema de suspensión trasera multibrazo, el cual mejoraba mucho su comportamiento con respecto a los 911 anteriores. El Turbo, en concreto, se colocaba por encima de los Carrera, Carrera 4, Carrera 4S y el Targa.
En el caso del Turbo, destacaba también un imponente alerón trasero, una especie de cola de pato super desarrollada en lugar de la rejilla habitual de los 993 normales que heredaba a su vez de las generaciones anteriores. También contaba con tracción integral en sus versiones de producción en serie además de llantas de aluminio con radios huecos, algo innovador por aquel entonces y que se ha convertido en uno de los iconos del motor en los años noventa, una época con mucha épica dentro del mundo de las cuatro ruedas tanto entre los coches de calle como en el motorsport.
El Turbo, en realidad, era biturbo, al montar dos turbocompresores que ayudaban a mejorar la respuesta del motor (más directa) además de darle el empuje característico. Originalmente daba unos 408 caballos según cifras oficiales, 430 caballos en los modelos producidos a partir de 1996 y 450 en los producidos de 1998 hasta el final de su producción, cuando fue relevado por el Porsche 911 Turbo 996. Más tarde llegarían versiones más ‘guturales’ como el 911 GT2 993, que era en definitiva un coche derivado del Turbo pensado para ser homologado como coche de competición y correr tanto en carreras de GT como de resistencia en la época bajo la denominación GT2 – para la clase GT1, Porsche desarrollaría tiempo después el Porsche 911 GT1 que, a pesar de su aspecto, siempre fue en realidad, en sus entrañas, un 911 993 y no un 996 como muchos piensan.
Versión Cabriolet Turbo
Llegó a existir una muy cotizada versión Cabriolet Turbo, con tan solo 14 unidades producidas en todo el mundo, caracterizada por su alerón trasero. El motivo de que fuera una unidad tan corta es que no las vendía Porsche como tal, sino que se construyeron a petición específica de MAHAG, dirigida por Kaspar Haberl, quien insistió hasta que Porsche Exclusive se encargó de fabricar estas unidades. No fue tarea fácil dado que Porsche, para meter el motor en un espacio reducido al ser descapotable, tuvo que rediseñar todo el sistema de la suspensión trasera.
En lo que a la conducción se refiere, llevar un 911 es diferente a todo lo demás y eso se nota sobre todo en el momento en el que uno se encuentra ante algún camino sinuoso, como un puerto de montaña. Allí, el 911, sea el que sea, cobra vida y, con el peso del motor detrás, es capaz de serpentear de una manera única, entrando en las curvas con un feeling muy diferente al de otros deportivos, ya sean de motor delantero o los más radicales de motor central. En el caso del Turbo, se une el hecho de contar con una gran potencia…ayudado por la tracción integral para mantenerse por su sitio.
Para muchos, el hecho de ser el último 911 en ser refrigerado por aire en lugar de por agua como las generaciones posteriores, lo hace un coche muy cotizado y valorado, llegando a ser considerado como el último de los 911 ‘auténticos’. Sin desmerecer a las otras generaciones, no cabe duda de que es un coche muy especial – y, para según quien, la generación más estéticamente atractiva de todas.
Artículo escrito por David Durán