Si alguna vez has estado en un rallye en Gran Bretaña, la probabilidad de que te hayas encontrado un Ford Escort de rallyes no es alta: es altísima, casi inevitable. Aún a día de hoy, existen una gran cantidad de unidades, desde los Escort MKI de principios de los sesenta y los MKII de mediados y finales de dicha década, así hasta llegar a la generación final de mediados de los noventa, muchos de ellos aún continúan en activo. Y no sólo en rallyes históricos, hasta corrieron en el último Rallye de Gales del Mundial de Rallyes (eso sí, en el apartado nacional dado que era puntuable para el Campeonato Británico aquel año). De esa cultura tan cercana a la competición viene este Ford Escort RS2000 MKII, parte de ese enorme legado de la casa del óvalo.
Fue una de las creaciones que salieron de FAVO – Ford Advanced Vehicle Operations, su departamento de alto rendimiento, un predecesor de lo que hoy conocemos como Ford Performance, con el apoyo de pilotos procedentes de la Fórmula 1 como Henry Taylor o el bicampeón mundial Graham Hill, quien estrenó la fábrica original de Essex saliendo de ella con un Ford Escort RS1600 de primera generación. También contaría con su propio club de fans – apoyado por el mítico piloto Roger Clark, ligado para siempre al Escort – quienes cuidaron los diferentes modelos salidos de FAVO, una organización aparte pero ligada al imperio que por aquel entonces era Ford. Una Ford que ganaba en los rallyes y era la que motorizaba a casi toda la Fórmula 1 con los míticos propulsores Ford Cosworth DFV de ocho cilindros en V.
De la fábrica salían estos Ford Escort RS2000 que eran algo más largos, unos 150 milímetros en concreto, en comparación al Escort común gracias al faldón delantero y el pequeño spoiler trasero, mejorando la aerodinámica. Era un coche que, aún siendo de calle, su finalidad habitualmente era la de correr en rallyes con diferentes preparaciones, como Grupo 1 o Grupo 2 – en aquella época la FIA organizaba las categorías con esta nomenclatura. Con respecto a los RS1600 y RS1800, estos RS2000 no solo tenían un motor diferente, sino que también se había trabajado en la suspensión, algo que cobraba especial importancia para un coche pensado para rallyes. De hecho, las siglas RS son de ‘Rallye Sport’.
El propulsor derivaba de otra leyenda de los rallyes en Reino Unido: el Ford Cortina, del cual salió el codiciado Ford Cortina Lotus tan efectivo para ganar carreras en circuitos y rallyes como para otro tipo de actividades. Como el nombre del modelo indica, el Ford Escort RS2000 llevaba un motor 2.0 colocado en el tren delantero en posición longitudinal, de modo que colgaba un poco el peso pero favorecía también el momento polar de inercia y la colocación del cambio. Ya hablamos aquí de motores con dos válvulas por cilindro, no una sola válvula como los Escort MKII corrientes. Gracias a su único árbol de levas y carburador Weber alcanzaba los 110 caballos y 173 Nm de par motor. Eso sí, existían varios kits de preparación con los que fácilmente podía superarse esa potencia.
Como coche de calle ofrece unas prestaciones de la vieja escuela – es decir, sin una potencia despampanante, pero sí con un nervio que requiere una conducción fina, tanto por el hecho de ser tracción trasera como por ser muy liviano con respecto a coches actuales…y los propios neumáticos que utiliza, con una superficie de contacto menor a la de utilitarios de nuestros tiempos. La instrumentalización es completamente analógica y se pueden ver muchas unidades ya preparadas con asientos de competición. Pese a sus años (se fabricó entre 1975 y 1980), la calidad de su interior es más propia de los años ochenta que de los años setenta.
En definitiva, el Ford Escort RS2000 MKII es un coche que, pese a que se acerca al medio siglo de vida, sigue siendo divertido de conducir y, para los británicos, todo un icono de un deporte que llevan muy dentro. Algunas unidades llevan muchas sorpresas bajo el capó gracias a las características de las normativas de competición allí – ¡incluyendo Escort con motor de Opel! Para ellos, el Escort tiene alma propia y se han dedicado, incluso con talleres específicos, a mantener la cultura de la competición con este modelo de la marca del óvalo hasta nuestros días restaurando tanto unidades de calle como de carreras.