Conocí a Julio allá por el año 1994 a través de un amigo común, Fernando Crespo. Lógicamente, pronto congeniamos y eran frecuentes mis visitas durante las tardes de los sábados, cuando no había un rallye de por medio, a su pequeña y casi claustrofóbica oficina de Autocares Alfer en la calle Reza de Ourense. Allí pasamos muchas horas hablando de lo que más gustaba, el deporte del motor en su especialidad automovilística. Poco podía imaginarme que, muchos años más tarde, iba a contar con una atractiva colección de coches que iba cambiando según surgían oportunidades de compra y venta.
Mientras estudiaba en Vigo aún tenía algo de tiempo para asistir a las carreras y plasmar con su cámara fotográfica todo cuanto ocurría en ellas y que se publicaban en Crono Motor. Además, trataba de ayudar a sus amigos y su primer patrocinado fue Rafa Iglesias en la Copa Fiat Cinquecento en 1994. Al año siguiente se decantó por hacerlo con Roberto Blach, a quien en el Rallye de Ourense le abonó el importe de la inscripción. El piloto coruñés participaba ese año en el Desafío Peugeot y, como agradecimiento al gesto de Julio, llevó la publicidad de su empresa familiar, Autocares Alfer, hasta final de temporada.
Los coches clásicos, su pasión
La empresa crecía cada vez más y absorbía más tiempo, una de las causas de no poder finalizar la carrera de Ingeniería Técnica Industrial así como a desplazarse con menor frecuencia de la que le hubiera gustado a las pruebas deportivas. Paralelamente a eso, los coches clásicos comenzaron a generar en él una cierta inquietud que ya no se detendría durante el resto de su ciclo vital.
BMW 2002
El primero que llegó fue un BMW 2002 tii que, lógicamente, era revisado con frecuencia en Talleres Rantur y con quienes acabaría fraguando una gran amistad. Ese coche, matrícula de Gran Canaria y que todavía participa en pruebas de regularidad después de pasar por varios propietarios, nos dio nuestro primer disgusto cuando nos desplazábamos a un evento de regularidad histórica a Vigo. Llegando a A Cañiza, en plena A52, se paró. Y allí nos quedamos a media mañana de un sábado con toda nuestra ilusión abortada en un momento por una banal avería. Sin embargo habría una segunda oportunidad un mes más tarde, en mayo de 2001. El Rallye a Xares, que organizaban Alfredo Bárcena y María Bescansa, nos llevaría a participar por primera vez en una prueba de regularidad histórica que terminamos, increíblemente, ganando. Julio era muy competitivo y yo iba de un modo más desenfadado, sin tanta presión, aunque tratando de no cometer errores. Me gustaba circular por esas carreteras de montaña y ver el espectacular paisaje, si bien Julio ya no estaba tan de acuerdo con eso.
El caso es que el BMW aguantó poco tiempo en las cocheras de Julio y marchó pronto para Salamanca. El siguiente objetivo sería un Lancia Fulvia HF 1.3 Coupé que, en un accidentado viaje, fuimos a buscar un caluroso día del mes de julio a Lleida. Jesús, su contable y asesor fiscal, nos prestó un Range Rover con gancho y Toño Gómez una plataforma. Llegando a Haro, en Logroño, se averió. No recuerdo exactamente qué pieza había sido, aunque hubo suerte porque lo dejamos en un taller por la tarde, a última hora, y a la mañana siguiente estaba reparado pudiendo reemprender nuestro desplazamiento a Lleida donde habíamos quedado con Paco Valdés, a quien Julio le compró el Lancia y con quien posteriormente haría el Rallye Monte-Carlo Histórico en 2003.
Lancia Fulvia HF
Quizá estos dos fueron los coches que más buen recuerdo me dejaron, pero sobre todo el Lancia Fulvia HF porque con esa unidad hicimos varias pruebas de regularidad histórica y con buenos resultados en general, aunque sin llegar a ganar ninguna, lo que sí haría con Fran Alonso, otro de sus buenos amigos y que también solía acompañarlo a buscar aquellos coches que iba localizando.
Ford Escort RS
Tras la venta del Fulvia comenzó a tener especial predilección por los Ford Escort y los Mini Cooper, aunque lo más sorprendente vendría cuando adquirió su primer coche de carreras, nada menos que uno de los Ford Escort RS de la legendaria escudería portuguesa Diabolique Motorsport (su fundador, el Dr. Miguel de Oliveira, falleció hace poco), de la que acabaría tomando el nombre para convertirla en Diabolique Returns. Con esa unidad, debutaba oficialmente en competición en la primera edición del Rali de Galicia Histórico en el año 2009 con una cuidada puesta en escena, pues además trataba de que los vehículos de asistencia fuesen de la época.
Su colección comenzó a ser importante, tanto de coches de serie como de competición. Unos entraban y otros salían de sus cocheras con una facilidad tal que a veces incluso era complicado adivinar qué modelos había allí. Si pasabas dos meses sin verlo o sin ir por los garajes era muy posible que te quedaras sin admirar alguna de sus nuevas adquisiciones.
Sin embargo, a partir de esa primera participación en el Rali de Galicia Histórico empezó a decantarse por algunos modelos de la marca Ford, todos con un pasado más o menos reconocido por los buenos aficionados y así se hacía con un par de Ford Fiesta MKI 1600S, participando con uno de ellos en algunos rallyes de Clásicos. Lamentablemente para él, que solía preparar muy bien las pruebas y cuidaba absolutamente todos los detalles, los resultados no acompañaban y estas primeras participaciones se saldaban, en su mayoría, con abandonos.
Renault Twingo R2
En 2013 lo veíamos por primera vez con un coche moderno, un Renault Twingo R2 con el que había competido su gran amigo Jorge González ‘Rantur’ en la Challenge monomarca de la marca francesa y con el que Julio acudía al Rallye Sierra Morena donde terminaba con una salida de carretera. Dicha circunstancia terminaría minando la moral de un alicaído Julio, que decidía enfocar sus esfuerzos y, por qué no, también satisfacciones, en “Rantur”, a quien a partir de ese instante apoyaría de forma absolutamente incondicional para que compitiese con diversos coches, algunos de ellos de su propiedad, y apoyado, además, por su grupo de amigos.
Mini JCW Rally N2
Tras seis años apartado de las carreras, en 2019 tomaba la decisión de regresar a los rallyes de velocidad y lo hacía, cómo no, con un coche singular y poco común como era el Mini JCW Rally N2, lo que combinaba muy bien con un modelo de serie similar suyo que era utilizado para los reconocimientos. Sinceramente, no me mostraba demasiado confiado con su vuelta por los antecedentes recientes, pero para mi sorpresa lo haría con suficiente aplomo para concluir su segundo rallye en las ocho participaciones que llevaba hasta ese momento. Sin duda, era un éxito para Julio poder estar en el parque cerrado del Rallye del Bierzo, a pesar de que casi nadie confiaba en él. Después, ese mismo año, vendría su querido Rallye de Ourense en el que participaba por segunda vez y donde pretendía resarcirse de su vuelco con un Ford Fiesta MKI 1600S en la edición de 2012. Tampoco en esta ocasión conseguía terminar, pero sí mejoraban sus sensaciones porque, a fin de cuentas, el abandono se produjo por la rotura de una rótula tras impactar con una piedra, aunque con el consiguiente susto de una leve salida de carretera. La temporada no iba a concluir ahí para Julio, que retomaba su pasión por los clásicos reparando el Fiesta que había volcado en Ourense y saliendo al Rías Altas, donde sí iba a darse la satisfacción de completar todos los tramos y alcanzar el parque cerrado final en la Plaza de María Pita de A Coruña.
Ford Fiesta R5
Unos meses antes, durante el Rallye de Ourense, me había dicho que al año siguiente iba a participar en la prueba ourensana con un coche de la categoría R5. No me lo creí, aun sabiendo cómo era él de valiente y atrevido. Para sorpresa de todo su grupo de amigos, en agosto de 2019 llegaba a Ourense un Ford Fiesta R5 que había pilotado Elfyn Evans, por lo que, como casi siempre, era una unidad con “historia”.
Y así, tras haberlo probado casi un año antes a los pocos días de adquirirlo, en una carretera del municipio de Fafe, en Portugal, estábamos los dos preparados para salir en el tramo de test del Rallye de Ourense el 24 de julio de 2020, un día antes de su 47.º cumpleaños. Dimos cinco pasadas y en tres de ellas estuvo a punto de rascar la impoluta carrocería gris de su flamante Fiesta, ¡en la misma curva! Las bondades del coche ayudaban a que lo controlase sin que hubiese demasiado riesgo, aunque yo seguía sin estar convencido de que fuese capaz de conducirlo. Y lo fue, vaya si lo fue, si bien lo de menos era el resultado y lo más el disfrutar de su día de cumpleaños con un regalo que se había hecho a sí mismo.
En ocasiones, costaba entender de dónde podía quitar tanto tiempo para buscar y localizar coches exclusivos y con pedigrí que solía vender a posteriori para adquirir otro con el que disfrutar unos meses o varios años, porque nunca se sabía el tiempo que iban a permanecer allí. Realmente era incansable y su afición no tenía límites, siempre te sorprendía pues por sus manos fueron pasando casi medio centenar de vehículos. Era difícil encontrar una explicación, pero lo más sorprendente sería el cambio radical que experimentó, pasando de conductor en pruebas de regularidad a hacerlo como si fuese un piloto profesional, pero desde el punto de vista aficionado.