Varios de los coches de leyenda dentro del JDM –Japanese Domestic Market-, ese JDM tan reverenciado, tan querido y tan revalorado en la actualidad, provienen de Nissan. Por supuesto, están los Skyline GT-R y su sucesor, el GT-R, los conocidos como ‘Godzilla’ y el coche que desafió a las grandes marcas de superdeportivos con un modelo que ha estado casi dos décadas en activo. Están, por supuesto, los Silvia, unos deportivos más compactos que se han convertido en un icono del mundo del drifting y de las carreras callejeras. Pero hoy hablamos de la otra gran saga de Nissan, los Z. Y no del 350Z o del anterior 300ZX, sino del modelo que propulsó esta saga hasta ser lo que es hoy día. Hablamos del Nissan Fairlady 280Z o Datsun 280ZX (código de denominación S130), cuando aún mantenía el apodo de Fairlady. El segundo de la saga Z.
El nombre de Fairlady, como muchas referencias en la cultura japonesa, proviene de la cultura occidental, en este caso de la película My Fair Lady de 1964 con la inolvidable Audrey Hepburn como protagonista junto a Rex Harrison, una película basada en el famoso Pigmalión. El primer Fairlady, o primer Z, fue el S30 (también conocido como Datsun 240Z) fabricado entre 1969 y 1978 y era un coche con claros tintes deportivos, con una suspensión dura y un aspecto muy atractivo gracias a su morro largo donde albergaba el potente motor de seis cilindros en línea. Era el coche ‘halo’ de Datsun, pero aún así era un deportivo potente, bonito y barato que permitió amasar un volumen de ventas frente a los rivales de su época, incluyendo la competencia europea. Más tarde llegaron los S31, los 260Z y el 280Z. También fue muy efectivo en competición en Estados Unidos.
En muchas ocasiones los Nissan Z eran conocidos como Datsun porque así eran exportados y presentados al exterior, al menos hasta mediados de los ochenta. A partir de 1986 Nissan ‘plegó’ el nombre Datsun, de modo que el logo de Datsun se convirtió en el de Nissan, con el fondo rojo y azul que acompañó a la marca durante mucho tiempo. Este periodo coincide tanto con el Fairlady S30 y S31 como con el S130, pero no con los posteriores Z32 y Z33 (es decir, los 300ZX y 350Z).
Su estilo estaba pensado para pelear en el mercado occidental, con un morro alargado que recuerda al que por aquel entonces era el ideal de belleza sobre cuatro ruedas (y en parte lo sigue siendo): el Jaguar Tipo E. Su objetivo era pelear a nivel internacional, tanto en Estados Unidos como en Europa, de ahí su diseño, la forma de llevarlo y su posicionamiento en el mercado de coche económico. Tiene sentido dado que los japoneses estaban entrando en otros mercados, como después hicieron las firmas coreanas y en la actualidad lo están haciendo aquellas procedentes de China.
Aunque fuera un coche deportivo de precio asequible, eso no quiere decir que tuviese un interior de mala calidad: al contrario, contaba con elementos en cuero como el volante o el pomo de la palanca de cambios así como con aire acondicionado, lo cual no era tan común verlo en coches de los años setenta. No es el coche más cómodo, pero sí es un coche muy ágil en zonas reviradas dado que hablamos de un coche ligero para llevar un motor de seis cilindros (poco más de 1.300 kilogramos en vacío). Incluso medio siglo después de su debut en el mercado a mediados de los setenta, sigue teniendo prestaciones decentes.
En definitiva, un coche que ofrecía una conducción dinámica a precio asequible muchos años antes de que aparecieran los coches JDM que más se han popularizado con el paso del tiempo. Y, por supuesto, el coche que inició una de las grandes sagas de Nissan, los Z. Eso sí, una saga que, como muchos otros deportivos, parecen estar en peligro teniendo en cuenta las tendencias y direcciones del mercado a medio y largo plazo.
Su sucesor, el S130, apareció a finales de los setenta y, aunque mantenía las formas y proporciones de la generación anterior, casi todo era nuevo. Todo menos el motor de seis cilindros en línea, ese L28 que también había funcionado tanto en la calle como en los circuitos. Ahora bien, este Fairlady era muy diferente al Z original. No era tan deportivo, sino que tenía una suspensión más blanda y un comportamiento menos radical, más orientado hacia la comodidad. Aún con menos carácter deportivo, su interior mejor acabado, una calidad de marcha más blanda y el motor L28 por encima del eje delantero (para las versiones más básicas estaba también el L20 del 200Z), la segunda generación del Z logró ser un éxito de ventas que permitió perpetuar la saga hasta la actualidad, siendo el 400Z el más reciente de esta familia.